Paliza del Quesos Entrepinares en un derbi de entreguerras

No había nada en juego porque el primer y segundo puesto ligueros estaban cerrados; el Recoletas ya sabía que su rival en la primera eliminatoria sería el Cisneros, mientras que el Quesos estaba a la espera de que fuera el Barça o el Ordizia; al final serán los azulgrana, que derrotaron con un apretado 43-41 al colegio madrileño. La intrascendencia de los puntos permitió a los dos entrenadores dar un descanso a esos jugadores que llevan un curso muy cargado con su club y con la selección.

Hay que esperar a abrir el melón para saber qué tipo de partido será, sabroso porque la falta de presión permite alternativas y un juego alegre, o soso porque falta empuje e intensidad para enfrentarse a los momentos incómodos; esta vez, el melón de Pepe Rojo se echó a la ensalada por no tirarlo a la basura, el marcador lo dice todo y más de uno no se sacudió la modorra en toda la tarde.

Quizá el contraste con la Copa Ibérica que brindaron hace dos semanas Quesos Entrepinares y Belenenses afeó un poco más la comparación con el VRAC-Aparejadores, pero es que es casi imposible repetir dos partidos de ese voltaje en tan poco tiempo. No pareció de salida, con un Burgos muy rápido de manos que exigió concentrar las fuerzas del Quesos en su defensa; le salió bien porque al primer golpe de autoridad burgalesa en la melé enfrentó un dominio de la touch que le concedió el balón y que Perotti, mágico con el pie, desniveló el dominio territorial hacia la veintidós rival. Eso le dio una primera ventaja de 3-0 que abrió una tarde de pleno pateador de Sam Hollingsworth, siete aciertos de siete intentos a palos.

La apertura del marcador rompió el partido a favor del Quesos. Otra patada magistral disparó la carrera de Pablo Mateos en el ala y el ensayo echó del partido a Burgos, sin ganas ni fuerzas para sujetar un empuje de la delantera que rubricó Miejimolle.

Si alguien pensó en una reacción, tardó dos minutos en quitársela de la cabeza. Recoletas se quedó en inferioridad por la amarilla a uno de sus pilieres y el Quesos Entrepinares aprovechó los jirones burgaleses para conseguir dos ensayos más, uno con el golpe moral de posar el oval bajo los palos. Con 31-3 el partido estaba roto, el Quesos Entrepinares levantó una mano en son de paz, cambió de golpe a su primera línea y el Recoletas aprovechó el desajuste para maquillar la tarde con la marca de Aduriz.

Había tiempo para estrechar márgenes, para que los aficionados desde Burgos encontrasen algún motivo para aplaudir a su equipo. No pudieron hacerlo más. Sufrieron una segunda amarilla en la primera línea y el Quesos Entrepinares encontró el campo abierto para empujar en las melés y cerrar las marcas con los jugadores que cerraban el paquete de delanteros, Vélez y Saleta.

Con 45-10 quién más quién menos echaba una ojeada a los relojes por si aceleraba su marcha hasta el minuto 80, algunos con ganas de incorporarse a las últimas rondas del tardeo, otros con prisa para calzarse las zapas y hacer Ríos de Luz, muchos con tiempo para llegar a las reuniones de la final Barça-Madrid. Pero esto es rugby, Burgos tenía balón y luchó esa última jugada con más ganas que todas las anteriores en busca del ensayo del honor, no lo consiguió porque el Quesos Entrepinares también se aplicó a la tarea de cerrar su casa. Que luego todo importa, y es más que posible que tengan en el horizonte una final más. Y ese partido tendrá otro guion.