Todos los que nos dedicamos a la educación nos acordamos de aquella expresión famosa atribuida a los almogávares «Despierta ferro, despierta». Hoy podemos trasponer este ... mensaje a la expresión «¡Despierta, Europa, despierta!». Hace 40 años España se incorporó a las entonces Comunidades Europeas. No me cabe ninguna duda de que estos 40 años han sido la revolución más trascendental que ha ocurrido en la sociedad española en el siglo XX; nuestro ingreso en las Comunidades Europeas supuso la incorporación plena de la sociedad española a esta experiencia de integración supranacional única en el mundo, en la cual hemos sido capaces de ejercer en común ciertas competencias soberanas.
¡Qué mejor ejemplo que el programa Erasmus! ¿Quién podría imaginarse hace 40 años, que nuestros hijos, hermanos, nosotros mismos, podríamos beneficiarnos de un año entero de estudios fuera de nuestra Universidad? ¿Qué mejor manera de practicar en la realidad el ideal europeo? ¿Quién puede negar cómo se han revolucionado España y Europa en sectores inimaginables hace 40 años?
Desde los fondos de cohesión, que han permitido a España exhibir orgullosamente su red de infraestructuras actual, a la ciudadanía europea que nos permite poder vivir fuera de España, trabajar fuera de España, establecernos en un marco sin fronteras a escala cuasi continental, puesto que la Unión Europea engloba a 445 millones de personas. ¿Qué decir de las ventajas para nuestros sectores productivos, o es que pensamos que la internacionalización de las grandes empresas españolas es independiente del proceso de integración europeo?
Podríamos seguir multiplicando todos lo ejemplos, pero lo importante no es todo lo que Europa ha hecho por los españoles y por el resto de europeos, lo importante es cómo nosotros podemos contribuir a que Europa se consolide en un contexto internacional en el cual nuestro modelo es visto como competencia o incluso como un enemigo. Nuestro modelo europeo, con todas sus imperfecciones, es el modelo que todos los países europeos que salieron de la antigua órbita soviética han puesto en su radar como su objetivo final, frente al espacio panruso que hoy el presidente Putin nos está demostrando es su objetivo a todos los niveles, utilizando no el comercio, no el intercambio, no el diálogo, sino la fuerza y el dominio del más poderoso.
¿Y qué decir de una administración norteamericana que considera que ya no somos aliados de primera línea como antaño ¿Tenemos que convertirnos los europeos en un miembro de los BRICS? ¿O tenemos que garantizar nuestra autonomía geoestratégica, ser capaces de hablar alto y claro con una voz unida a nivel global?
Por eso, es el momento de decir claramente que queremos participar en el proyecto europeo, porque es el mejor proyecto de futuro que tenemos como sociedad, y, además, con una clara vocación intergeneracional.
Esta semana en España la sociedad civil está organizando multitud de actos para manifestarnos, para aportar nuestro pequeño grano de arena a este proyecto común. Creo firmemente que es el momento de participar.
Desde esta Tribuna os animo a hacerlo y os invito a la ceremonia de la celebración del Día de Europa, este 9 de mayo a las 13.30 horas en el Palacio de Santa Cruz, en nuestra ciudad.
¡Feliz Día de Europa!
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