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Los grupos de acción local esperan con expectación los pormenores del Plan Territorial de Fomento que la Junta de Castilla y León está desarrollando para ... la provincia de Segovia tras el anuncio la semana pasada de que las iniciativas se centrarán en 57 municipios del nordeste –la prioridad inicial de un proyecto que nació en 2021 como un plan de desarrollo industrial específico de esa zona para después adquirir un enfoque más provincial– y otros 27 diseminados en el entorno de la capital. Codinse (Coordinadora para el desarrollo integral del Nordeste de Segovia) ve una oportunidad para reflotar la zona más escasa de industria y vecinos, pero pide un esfuerzo global, que no solo sume empresas, sino vivienda, la otra gran carencia. Temen que sí, vengan trabajadores, pero no tengan donde quedarse.
Las propuestas, negociadas por la Junta de Castilla y León con la Federación Empresarial Segoviana y los sindicatos, verán la luz el próximo mes, pero las zonas están ya elegidas. «Para nosotros es una satisfacción, pero nos gustaría saber que nos informen en qué punto está, qué va a suponer, cómo se va a gestionar y, si puede ser, formar parte de todo esto y participar activamente en su desarrollo», resume la gerente de Codinse, Mar Martín, que participó, junto al resto de grupos, en diferentes reuniones. Allí se discutió el fomento de suelo industrial o la atracción de empresas. «Nosotros apostamos por las tecnológicas, que en estos momentos pueden ubicarse en cualquier sitio. Es una forma de que nuestra comarca retenga talento y podemos ligarlo a los espacios de co-working que estamos creando». También hablaron de obradores comunitarios, un espacio en el que varias empresas comparten instalación para elaborar productos alimenticios y que pueden incentivar al nacimiento de proyectos más pequeños.
Pero todo ello empieza por un techo. «Tenemos un problema muy serio de acceso a la vivienda. La gente que quiere venirse a nuestros pueblos no la encuentra fácilmente, ni en alquiler ni en compra». Martín plantea fórmulas con los ayuntamientos. «Podemos hacer mucho desarrollo industrial, pero nos da miedo que al final la gente venga a trabajar y se vaya. Ahora mismo pasa». Lo ilustra un estudio posterior a la pandemia que elaboraron junto a la Universidad de Valladolid: había más personas trabajando en la comarca que diez años antes, pero el número de vecinos había bajado. «Siempre hemos pedido que sea un plan integral». Aspectos como el turismo, uno de los ámbitos por desarrollar en una zona fértil para ello, también requiere vivienda.
Codinse ha apoyado en los últimos años la rehabilitación de viviendas públicas. «Casi todos los ayuntamientos tienen las casas de los maestros o del médico». Muchas se han recuperado y están en alquiler, una fórmula que Martín pide impulsar. «Si hablamos de personas que quieren venirse a vivir, muchas veces tienen que probar». Y plantea una entidad, quizás una agencia pública, que sirva de aseguradora a los vecinos que tienen miedo de poner sus casas a disposición. «Hay que generar garantías y confianza para los propietarios. Es una forma de empezar, pues los planes de vivienda no son cosa de dos días».
El nordeste esgrime las comunicaciones: la A-1 atraviesa la comarca de norte a sur. «Es una ubicación estratégica. Cualquier inversión en ese eje puede beneficiar directa o indirectamente a cualquiera de los municipios. Lo que no se puede pretender es hacer un polígono en cada pueblo». Razona que el asentamiento de una empresa puede ser un bien colectivo si la vivienda, de la que nadie va sobrado, está diseminada, algo previsible para cubrir la potencial demanda. No solo piensa en el polígono de Boceguillas sino en las posibilidades turísticas de Sepúlveda. «Uno de los grandes problemas que vemos es que negocios que funcionan corren el riesgo de desaparecer por falta de relevo. Hay que facilitarlo».
Martín reflexiona sobre un momento de cambio en el trabajo –cada vez son más los que pueden estar deslocalizados–, una realidad a la que adaptarse para atraer a esos nuevos perfiles. En el último lustro más de 350.000 personas han cambiado su lugar de residencia de una ciudad a un pueblo. «Lo que pasa es que han llegado a algunos sitios, no a todos». Frente a lugares alejados de las grandes ciudades o con las limitaciones de acceso de la alta montaña, el nordeste está a una hora de Madrid, una ciudad cada vez más inalcanzable para los jóvenes, también por un problema de acceso a la vivienda.
Pero ello requiere servicios, como la conectividad. «Es cierto que tenemos banda ancha en la mayor parte de los sitios, pero no en todos; y lo que estamos viendo ahora son dificultades con telefonía móvil y es un problema importantísimo. Es imposible convencer a nadie de que se venga a vivir aquí si hay sitios en los que no puedes llamar ni de emergencia». El tercer pilar «que debe ir en paralelo» al suelo industrial y la vivienda. El cuarto es la movilidad, pues vivir en un pueblo ahora mismo es sinónimo de estar pegado a un coche, algo que rechazan muchos madrileños que llevan toda la vida moviéndose en metro. Habrá que buscarles un trabajo, una casa, internet y un autobús. El tratamiento múltiple contra la despoblación.
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