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Uno de los milagros más recordados de Valladolid tuvo lugar en el convento de Santa Catalina de Siena, cuya creación fue promovida por María Manrique ... de Lara, nieta bastarda de Enrique II de Castilla, para acoger a las novicias de familias nobles. Fue fundado por bula papal, otorgada por Inocencio VIII en 1488 a instancias de Elvira de Benavides, hija de doña María Manrique, y puesto bajo la Orden de Santo Domingo.
El 30 de enero de 1921, un fraile apareció en el despacho del notario vallisoletano Luis Ruiz de Huidobro. Se trataba de Maximino Llaneza Álvarez, bastante conocido en Valladolid aunque en aquel momento residía en el convento cántabro de la Orden en Las Caldas de Besaya. El religioso, de 65 años y nacido en el concejo asturiano de Mieres, había tomado el hábito de la Orden de Santo Domingo en Corias y en 1908 se había encargado de restaurar la de Portugal.
El motivo de su visita al notario era dejar constancia de un asunto tan misterioso que no le permitía ir acompañado «de testigos que identifiquen su personalidad». Lo primero que le enseñó fue una carta, unos billetes del Banco de España y «unas fotografías relacionadas con las manifestaciones que he de hacer».
Todo comenzó un par de meses antes, estando el fraile en su convento de Las Caldas, recibió una carta de Salustiana Maroto, viuda del empresario Narciso de la Cuesta, en la que le relataba que a su íntima amiga, sor Asunción Dueñas, «le había, con sus oraciones, alcanzado un beneficio extraordinario del Señor».
Así que Maximino Llaneza se trasladó a Valladolid para dirigirse al monasterio de la calle Santo Domingo de Guzmán -clausurado en 2009 por una plaga de termitas- y hablar con sor Asunción. El relato dejó al fraile impactado, pero no le sorprendió: «Debo advertir que ya sé otros varios milagros obrados por la hermana Asunción, de los cuales me enteraron los que los presenciaron, personas doctas, de categoría y formales», puntualizó el religioso.
Según la monja, Salustiana Maroto -viuda de Narciso de la Cuesta Varona, empresario y dueño de varias fincas- era una de las grandes benefactoras del monasterio, no en vano su última donación «para atender a las necesidades de las monjas de Santa Catalina» había sido de 7.500 pesetas. Eran las once de la noche del 28 de noviembre de 1920 cuando, según Asunción, se le apareció un ángel «y me dijo: 'vete al Coro, que Dios te llama a que tengas oración'».
La religiosa acató la orden celestial. «Dije: 'Señor, aquí estoy, qué deseáis de mí'. Entendí que orase con Jesús al Señor Padre Celestial». Y obedeció: «En ello, Jesús me vestía con su túnica y la púrpura que le pusieron con la Corona y me iba poniendo por adornos los Instrumentos de su pasión, y me dijo: 'ya estás vestida como mi Esposa, ofrécete conmigo a mi Padre'».
En ese momento, sor Asunción pidió a Dios que pagase a Salustiana y «a las bienhechoras todo lo que hacen por mí, yo no tengo nada que darles, ni un Escapulario». Poco después, escuchó la voz del ángel: «Qué prueba quieres. Aquí tienes la prueba, vete a verla». Pero la monja no se atrevió: «asombrada y temerosa, temí que fuera el diablo para que yo dejara la oración». Entonces regresó a su celda y se acostó.
Al día siguiente, «sentí la presencia de Mercedes de la Cuesta», hija de Salustiana -que había fallecido en agosto de 1915- quien le insistió en que fuera a ver la «prueba». Como tampoco hizo caso, 24 horas después se le apareció Narciso de la Cuesta, muerto pocos meses antes que Mercedes. Cuando Asunción se acercó al lugar donde Dios había dejado la prueba, «me asusté al ver tantos billetes juntos», confesó.
Se trataba de 11.000 pesetas en billetes de 1.000, 500, 100 y 50. La monja anotó la numeración de todos, según consta en el acta notarial firmada por Ruiz de Huidobro. El fraile sacó dos fotografías: en la primera aparecían un billete de 1.000 y ocho de 500, y en la segunda, dos paquetes con varios de 100 y de 50.
«Según nota de letra de Doña Salustiana, jura que Sor Asunción le entregó las 11.000 pesetas», señalaba el fraile Maximino Llaneza. En el documento, custodiado en el Archivo Histórico Provincial, se indica que el notario hizo dos copias de lo relatado a petición de Salustiana Maroto: la primera, el 18 de enero de 1932, y la segunda, el 5 de abril de 1935.
Desde Valladolid misteriosa descubrimos los sonidos de ultratumba de una capilla del convento de Santa Clara.
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