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«Había colchones, maderas... Y ha quedado todo destrozado», resumían los bomberos que pasado el mediodía de este lunes han sofocado un aparatoso incendio que ... ha destruido un desconocido vestigio asociado al Canal del Duero, una centenaria caseta de ladrillo de rojo, enclavada entre el polígono de San Cristóbal y la autovía de Segovia, en la que residió hasta hace algún tiempo el último vigilante de sus aguas y en la que ahora vivía un inquilino que la había ocupado ilegalmente apenas dos meses después de que la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), su propietaria, desalojara a los anteriores habitantes y la tapiara «por enésima vez en los últimos años».
La caseta en cuestión, situada al borde del canal y del aparcamiento para camiones de la calle Topacio, un tanto oculta entre el arbolado, fue construida a comienzos del siglo XX (1910) y albergó durante decenios a los sucesivos vigilantes de este enclave del Canal del Duero del que partía la Acequia de Valladolid, un ramal que surtía, por un lado, a la Azucarera Santa Victoria (hoy abandonada en el parque de Las Norias) y, por otro, a los regantes de las tierras de cultivo desde la capital hasta Simancas.
Este ramal se acabaría trasladando a Pinar de Jalón y el último habitante oficial de la caseta la abandonó a raíz de su jubilación hace unos veinte años. Su misión, que pasaba por vigilar el nivel del agua y la correcta salida de la misma hacia la acequia en este punto del Canal del Duero, se extinguió y la que fuera su vivienda, que está catalogada por su valor histórico, fue tapiada al encontrarse en un entorno aislado para el que la CHD no encontró utilidad.
Distintos indigentes acabaron a continuación ocupando su interior después de derribar los muros que cerraban su entrada. Los penúltimos 'inquilinos' fueron desalojados hace tan solo dos meses, cuando los operarios del organismo de cuenca volvieron a tapiar la entrada. Pero volvió a ocuparse, ahora, por una única persona, según han confirmado fuentes policiales.
El caso es que pasado el mediodía de este lunes una densa humareda procedente de la centenaria caseta de ladrillo rojo, visible tanto desde el polígono como desde la autovía y las viviendas de Pinar de Jalón, ha movilizado a bomberos y policías. Los primeros, a su llegada, se han encontrado con el interior en llamas, por fortuna, sin nadie en su interior.
Los efectivos del Servicio de Extinción de Incendios han sofocado primero desde el interior el fuego, muy concentrado al carecer la vivienda de más aberturas que la puerta de entrada -las ventanas continúan tapiadas-, pero sin poder evitar que las llamas acabarán alcanzado a la estructura de madera de la cubierta. Los bomberos, eso sí, han retirado una bombona de butano del interior a tiempo de evitar males mayores. Lo que no han podido evitar es que el fuego destruyera la estancias del interior de la vieja caseta ocupada y que los daños causados en la cubierta obligarán a derribarla casi por completo ante el riesgo de colapso.
De manera que nadie podrá volver a ocupar en adelante una caseta catalogada que carece de utilidad y que la propia CHD llevaba tiempo solicitando su descatalogación para facilitar su derribo. El caso es que sus muros de ladrillo, que aún se mantienen en pie, continúan protegidos y conservan el recuerdo del paso por su interior, hasta comienzos del siglo XXI, de los sucesivos guardianes de las aguas del Canal del Duero que llegaban a Valladolid a través de la acequia.
En cuanto al origen del incendio poco se sabe más allá de que las llamas devoraron el mobiliario y el numeroso material combustible (colchones, ropa, maderas...) acumulado por su último habitante en ausencia del mismo.
La puerta de acceso, que estaba cerrada, luce un mensaje de advertencia que apunta a que quizás podía haber algunas rencillas entre el actual inquilinos y otros clanes. Así, dos maderas clavadas a la puerta advierten: '¡OJO! Mercheros. Muertos quien entre', junto a un par de cruces y lo que podría parecer una pala.
Con rencillas o sin ellas y sea cual fuere el origen del fuego, el caso es que está parte de la historia del Canal del Duero ha quedado reducida al olvido y, salvo sorpresa, su destino podría pasar por la piqueta. O acabará hundiéndose por sí misma. Atrás quedará un siglo de historia durante el que distintos vigilantes pasaron allí parte de sus vidas encargados de comprobar el nivel del agua y la salida hacia la Acequia de Valladolid. Hasta que llegaron los móviles. Y la modernidad. Y, por último, el abandono y la ocupación ilegal de sus aún catalogados muros.
El incendio que ha venido a dar la puntilla a la centenaria edificación llega en un momento en el que el Ayuntamiento, por un lado, acaba de expropiar (por 150.000 euros) seis parcelas en las inmediaciones para acondicionar y ampliar el aparcamiento de camiones (con unas ochenta plazas) de la calle Topacio y el Gobierno, por otro, está ajardinando y urbanizando los bordes de la ronda interior hasta rozar el enclave del canal en el que se encuentra este vestigio histórico.
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