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Una conversación durante una jornada de caza pone el plan en marcha. «No nos quieren ministro. Ahí fuera nunca nos han querido», se lamenta Franco ante Manuel Fraga, que le rebate el argumento poniendo sobre la mesa los quince millones de turistas que ese mismo año han visitado el país. «Sol y playa, eso sí que les gusta, caramba, pero luego magnifican las algaradas de tres universitarios trasnochados», replica el dictador. «Pues yo soy optimista, estamos proyectando una imagen europea y moderna...», acierta a decir el responsable de la cartera de Información y Turismo antes de que Franco lo corte en seco: «Mire, el otro día lo hablaba con Carmen. Ella es aficionada al festival ese de canciones, el que lo dicen todo en francés y en inglés. ¿Cuántos años llevamos yendo? Y no ganamos ni con Raphael». «Es que es muy difícil, son muchos países y muchos gustos», responde el ministro. «Eso es lo que digo, que no nos quieren. Si nos quisieran, ganaríamos alguna vez», argumenta Franco. «Seguro que el ministro lo arregla», apuntala uno de los altos militares que acompaña al dictador.
Es el punto de partida de 'La canción', creada y escrita por Pepe Coira y Fran Aráujo, artífices de títulos como 'Rapa' o 'Hierro', y dirigida por Alejandro Marín ('Te estoy amando locamente'), una impecable serie que llega este jueves a Movistar Plus+ y aprovecha el triunfo de Massiel en Eurovisión en 1968 para trazar una radiografía de aquella España tardofranquista que trataba de abrirse al mundo. «Era una historia que sintetizaba un montón de cosas de las que nos parecía muy divertido hablar y una manera de contar un país y una época sin ponerse a dar una lección de historia, sino haciendo algo muy entretenido, lleno de sorpresas y giros», resume Coira.
Estructurada en solo tres trepidantes capítulos de alrededor cincuenta minutos cada uno y con una exquisita dirección artística, la ficción repasa la puesta en marcha del concurso para elegir al candidato y la canción, relata la gira promocional de Joan Manuel Serrat del 'La, la, la' del Dúo Dinámico por diversos países de la UE y su posterior salida del concurso después de que el Gobierno no le dejara cantar en catalán, y narra la irrupción de Massiel a un par de semanas de celebrarse el concurso. Todo ello, mientras retrata aquel país en blanco y negro, donde los sindicatos de estudiantes universitarios escapaban de los grises, que reprimían su lucha contra la falta de libertades.
Para ello se inventan a Esteban Guerra, un tipo gris, algo mezquino y muy ambicioso al que da vida Patrick Criado. No tiene ni idea de televisión ni de música y su sueño es acabar en Paradores, pero ve la oportunidad de ascender cuando Fraga encomienda a su jefe, el director de Programación de RTVE, la misión de ganar Eurovisión, cueste lo que cueste. «Era lo que nos permitía ensartar toda la realidad que había y contar las cosas que van como más al fondo de las personas y de la vída íntima», reflexiona Coira. «No es un héroe, no quiere conquistar Europa -bromea a su lado Aráujo-. Es una especie de metáfora de toda la imagen externa del Régimen, de qué es y de lo que tienes que hacer para prosperar en un mundo así, incluso a costa de tu libertad interior. Esteban ejemplifica ese contraste entre el arte y la dictadura, la libertad y la opresión». Para ello hará migas con Artur Kaps (Àlex Brendemühl), un director teatral y realizador de televisión austriaco, este sí, real, que detesta a los burócratas y ve en el arte la mayor de las causas por las que luchar.
Kaps fue, de hecho, uno de los grandes hallazgos de los creadores cuando se pusieron a investigar sobre los hechos a través de las distintas revistas de la época. «Eran revistas de corazón, de música, de política... Y fue muy guay ver fotografías de todo ese universo en color de aquella España porque en los libros de texto no te las encuentras», explica Aráujo. «Lo curioso es que todas ellas hablaban de lo mismo, eran temas muy transversales», sostiene Coira. «Sí, nos dimos cuenta de que podíamos lograr un relato con tantas capas que podía apelar a mucha gente. Lo raro es que no se hubiera hecho antes», añade Aráujo.
Los dos tuvieron claro desde el principio que la ficción tenía que ser ágil: «Venimos del thriller y queríamos hacer algo muy entretenido, que enganchara un montón y que a la vez sea muy emocionante, al tiempo que diera mucha importancia a los personajes». Por el camino, la ficción toma decisiones valientes. Así, mientras el personaje de Serrat, al que encarna Marcel Borràs, está más o menos presente durante toda la ficción, Massiel no aparece hasta la mitad del segundo capítulo. «Es muy llamativo porque es Massiel, es la que ganó Eurovisión, pero es que la serie no va de Massiel ni de Serrat, va de la canción y la utiliza como un eje para contar cómo en plena dictadura se intentó escenificar que no estabamos en un estado represor, sino que España se estaba abriendo a Europa», explica Carolina Yuste, que lo borda al meterse en la piel de la cantante de armas tomar.
En este sentido, Serrat y Massiel «son un espejo de una visión muy concreta, son gente ya muy abierta y están avanzados a su tiempo», reflexiona a su lado Borràs. «También representan cómo los artistas y el mundo de la cultura dentro de la dictadura se posicionaban claramente, tanto es así que ambos fueron censurados durante un tiempo», completa ganadora del Goya a la mejor interpretación por 'La infiltrada'.
Yuste no lo dudó ni un instante a la hora de aceptar el papel. «Dirigía Alejandro y era ganar Eurovisión y hacer de Massiel. Es un regalito, una de estas cosas hermosas de la profesión, que sabes que te la vas a poder gozar, aunque igual la lías, pero se trata de arriesgar», explica. Asegura la intérprete que no sintió especial presión a la hora de abordar el trabajo. «Yo he intentado abrir mi pecho y hacerlo de la manera más amorosa posible y, evidentemente, quiero que les guste a Serrat y Massiel, pero el único miedo estaba en equilibrar el alambre para construir un personaje que, si no llego, mal, pero como me pase, peor todavía».
Con el auge de la ultraderecha, que incluso parece querer reescribir la memoria histórica, una ficción así tiene aún mayor significado. «Hay ciertas cosas en las que todos deberíamos estar de acuerdo, y una es que durante la dictadura hubo una represión tremenda. Creo en el arte como motor de cambio y en que es capaz de hacerte recordar lo que hemos sido», concluye la actriz.
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