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La entrevista se desarrolla en el despacho que el obispo tiene en el Seminario solo unas horas después de la elección y presentación al mundo ... del nuevo papa, León XIV. Hay, pues, alegría y esperanza en el ambiente. Jesús Vidal Chamorro (Madrid, 1974), afable, cercano y comunicativo, no elude ninguna cuestión.
-Le confieso que tenía cierto temor de que llegara el momento de la entrevista y los cardenales no hubieran elegido todavía al papa, para preguntarle por él.
-Sí [ríe], lo pensé....
–¿Cómo ha vivido estos días?
–Primero, con dolor y tristeza por la muerte del papa Francisco. A Francisco lo he querido mucho. Él me nombró obispo y con él he tenido una relación cercana. Para mí, ha sido un hombre muy de Dios para la Iglesia. Después, ese dolor se fue tornando en agradecimiento. Quedaba el poso de su legado. Quise ir al funeral como gesto de unidad con él. En cuanto al cónclave, lo he vivido con expectación y esperanza. Confiaba en el Señor y sabía que Él iba a escoger al papa que necesitamos. Ahora, cuando lo veo, digo: en efecto, este es el papa.
-¿Qué legado deja Francisco?
–En primer lugar, la cercanía. Francisco ha sido el papa de la cercanía. También ha otorgado mucha importancia al aspecto sinodal y misionero de la Iglesia. Y hay una tercera cosa: la alegría. La alegría de ser cristiano. Él era un hombre alegre, con un humor buenísimo.
–¿Qué espera del nuevo papa?
–Cuando los cardenales lo han elegido, está bien elegido, porque las congregaciones generales han dialogado, escuchado y visto que él tiene ya una idea, algo en el corazón, para las necesidades de la Iglesia en este momento. Y los cardenales no son pocos. Indudablemente, lo han elegido porque ven en él que puede ayudarnos. Así que esperamos que vaya haciendo el camino que el Señor pone en su corazón.
–¿Qué le dice el nombre, León XIV?
–Habrá que escucharle, pero me remite a León XIII, el papa de la 'Rerum novarum', de la Revolución Industrial, de las cosas nuevas, del cambio de era... Nosotros también vivimos un cambio de época, ¿no? Bueno, pues igual él nos puede iluminar un poco por ahí. Es un hombre agustino, de comunión, de unidad, de espiritualidad profunda, que conecta con el anhelo y la sed del hombre. Y un papa misionero, rasgo que me parece muy importante porque ha estado muchos años en la misión, viviendo entre los más pobres, en las periferias. Esto va a ayudarnos mucho.
–Estos días se ha hablado de la polarización en la Iglesia. ¿Está tan marcada? ¿Hay corrientes progresistas y conservadoras?
–El papa Francisco hablaba de un gran río con peces; unos van por las orillas, por los extremos, y otros por el centro. Muchas veces la gente cree que la Iglesia es monolítica, pero no es verdad. En la Iglesia hay una gran diversidad de pensamiento. Hay cristianos de todas las corrientes políticas y sociales. Es un pueblo universal. Por lo tanto, es ridículo decir que todos pensamos igual. Lo que la sociedad civil a veces no entiende es que en la Iglesia no hay partidos. Por eso, la polarización no es tal. En la Iglesia hay una grandísima libertad.
-¿Cómo puede contribuir la diócesis de Segovia a los grandes retos que afronta debe afrontar el nuevo papa?
-En esto habrá una línea de mucha continuidad. La diócesis de Segovia es una diócesis en posición de misión. Por un lado, está la ciudad y su entorno, un entorno urbano en crecimiento, con familias jóvenes que tienen unas preocupaciones muy concretas. Otra dimensión es la de la España rural, muy presente en la provincia, donde la falta de sacerdotes dificulta el modelo de atención pastoral, el modelo de acompañamiento, que no puede ser el de otras épocas. Pero en ambas dimensiones hay un cambio. Estamos inmersos en un cambio de época, también de modelo de presencia, de modelo de acompañamiento, dentro de la Iglesia. En este camino el nuevo papa nos va a dar mucha luz.
–Lleva poco tiempo en la diócesis, pero supongo que ya la conoce bien. ¿Qué diagnóstico hace?
–Efectivamente, he recorrido la diócesis, no muy profundamente, y he podido reunirme con todos los sacerdotes en los arciprestazgos, he visitado muchos monasterios, lugares de vida consagrada, parroquias... Y veo mucha esperanza. La gente desea que se le hable del Señor, de que se le dé esperanza. Es verdad que, viniendo de Madrid, observo que en esta diócesis es más posible la cercanía y eso beneficia mucho el ministerio pastoral. Sí, veo esperanza y alegría.
–La falta de sacerdotes, la progresiva secularización de la sociedad... ¿Cuál es el principal preocupación en la diócesis de Segovia?
–La edad del clero, la edad media, es muy alta. Ahora mismo, la diócesis no tiene dificultades, pero dentro de diez años, el modelo de acompañamiento pastoral tendrá que haber cambiado. Habrá muchos menos sacerdotes en edad de acompañar y atender la vida de la Iglesia. En cuanto a la secularización, reconozco que no lo percibo tanto, pues vengo de Madrid y la secularización allí es mucho más fuerte, algo que yo he vivido desde niño, pues he nacido en un contexto secularizado. He estudiado en la Complutense, he vivido en Madrid, así que noto que Segovia está mucho menos secularizada que Madrid.
–La diócesis tiene 330 parroquias. ¿Cómo lo hacen para llegar a todas?
–En la diócesis hay 140 sacerdotes y 60 tienen más de 75 años. Por lo tanto, es imposible, los números no dan. Por eso digo que debemos encontrar otras formas de acompañamiento, y ahí la ayuda de los consagrados y de los laicos es fundamental. Estábamos acostumbrados a que el acompañamiento de una comunidad lo hiciera solo el sacerdote, y ahora ya no es así. En otra época, podíamos sostener la eucaristía dominical en cada núcleo, en cada parroquia, en cada iglesia. Hoy no. Tendremos que acompañar de otras formas y esperar a que una comunidad pueda celebrar la eucaristía en su iglesia en las fiestas o en momentos puntuales.
–Su predecesor, el obispo César, tuvo que hacer frente a alguna controversia a cuenta de las inmatriculaciones de bienes eclesiásticos. ¿Seguirá su política?
–Hay que explicar bien lo que es una inmatriculación. Cuando la Iglesia señala en el registro que un bien es suyo, no significa que ese bien pase a ser del obispo, ni siquiera de la diócesis. Cuando la diócesis inmatricula un bien en el registro, lo que hace es poner en claro que ese bien pertenece al pueblo cristiano. Luego, la diócesis –o el obispo– debe cuidar de que el bien, que fue construido con una finalidad, mantenga esa finalidad. Hay ayuntamientos que nos dicen que son herederos de ese pueblo que en su día construyó una determinada ermita, pero un ayuntamiento no es heredero del pueblo cristiano porque, a lo mejor, llega un momento en que un ayuntamiento ya no representa al pueblo cristiano. Si aceptamos que una ermita sea de un ayuntamiento, tendremos que aceptar que, algún día, el uso de esa ermita pueda cambiar. Llegados a este punto, es el pueblo el que debe preguntarse: ¿queremos que la ermita la custodie el alcalde o el obispo? Yo no quiero hacer de esto un conflicto, sino ayudar al pueblo a que los edificios que fueron construidos con una finalidad mantengan esa finalidad. Hemos de firmar un convenio que deje claro el uso del edificio.
–¿Qué es lo que más le ha llamado la atención, hasta ahora, del pueblo segoviano?
–Es un pueblo alegre y acogedor, sobrio, castellano. No he encontrado rechazo o aridez, sino todo lo contrario. Me encuentro como en casa.
–Antes de que usted llegara, la diócesis se vio envuelta en una polémica por la negativa del párroco de Torrecaballeros a dar la comunión al alcalde, Rubén García de Andrés, por su condición sexual. ¿Ha hablado con él?
–En cuanto pude hablé con él y su pareja. Y creo que se sintieron muy acogidos. La clave está en entender que la razón por la que se les dijo que no podían comulgar no se debía a su condición sexual, sino porque estaban viviendo públicamente de una forma contraria a la que proclama la enseñanza de la Iglesia. La pregunta de fondo es quién puede acceder al sacramento de la comunión. Pongo un ejemplo. Hoy, en la Catedral, se ha acercado a comulgar una persona de nacionalidad japonesa. Por la forma en la que ha comulgado, ha despertado en mí cierta suspicacia y después me he acercado a hablar con él. Le he preguntado si era católico y me ha dicho que no. «Entonces, no puede usted comer el pan eucarístico». Me ha pedido perdón porque lo ha hecho por puro desconocimiento, al ver que todo el mundo se acercaba y comulgaba. La iglesia pone unos límites, como el estar bautizado o el de vivir externamente de una forma coherente con lo que la Iglesia predica. Aquí nadie tiene que ser el santo perfecto, pero sí debe tener una forma de vida que no contradiga la enseñanza de la Iglesia. Y desde luego, todo el mundo puede participar en la escucha de la palabra y acercarse a la fila de la comunión y recibir una bendición del sacerdote, basta con cruzar los brazos sobre el pecho. Esto lo hacen los niños que aún no han recibido la primera comunión o los adultos que, por alguna razón, no puedan comulgar, independientemente de su condición sexual.
–En su primera homilía subrayó que esta es una Iglesia en la que caben todos, todos, todos, en palabras del papa Francisco.
–Y así es. La Iglesia acoge a todos, si bien cuando uno entra en la Iglesia también debe dejar que la Iglesia entre en él. Nosotros no vivimos en una sociedad polígama, pero pensemos en África. Que la Iglesia esté en una sociedad polígama no significa que la Iglesia deba aceptar la poligamia, pues todo el mundo conoce cuáles son los rasgos del matrimonio cristiano. Pero si uno no reconoce estos rasgos, seguirá siendo acogido en la vida de la Iglesia.
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–La Iglesia se ha visto sacudida por los escándalos de abusos sexuales a menores. ¿Hay mecanismos en las diócesis para prevenir estas situaciones?
-Es un plaga y una tragedia que afecta a toda la sociedad, pero la Iglesia, por su autoridad moral y el papel que debe y pretende tener, ha de ser muy cuidadosa. Es especialmente trágico cuando algo así sucede dentro de la Iglesia y entiendo que la gente que ha depositado una confianza muy grande en nosotros, que nos ha abierto el corazón, se haya sentido muy herida. Como Iglesia, tenemos que liderar la prevención, y creo, humildemente, que lo estamos haciendo. No hay otra entidad social que ahora mismo esté afrontando esta cuestión con tanta verdad, tanta fuerza y tanta claridad como la Iglesia. En este sentido, hay oficinas del menor en todas las diócesis que acogen las denuncias que pueda haber, atienden a las víctimas y desarrollan labores de prevención y educación.
-¿Es el obispo más joven de España?
-Lo he sido muchos años y, gracias a Dios, ya voy haciéndome mayor y hay otros obispos más jóvenes.
-¿Influye la edad en la manera de ejercer el episcopado?
-La edad es algo que pasa, pero es verdad que me está permitiendo una cierta cercanía con la gente. Esta relativa juventud me facilita el diálogo con los jóvenes y mantener una comunicación muy directa con las familias, pues muchos padres son de mi edad. Es una oportunidad.
-Es usted muy activo en las redes sociales. ¿Las atiende personalmente?
-Sí, aunque a veces con ayuda de la delegación de Medios. Tengo Facebook, Instagram, X y canal de Youtube.
-Estudió en la Complutense y se licenció en Económicas y Empresariales. ¿Cómo influye esa formación en la gestión de la diócesis?
-Ejercí la economía muy poquito, llevando algunas contabilidades en una gestoría mientras estudiaba, pero sí reconozco que esa formación me ayuda a descubrir la vinculación entre los medios y los fines, y esa es la clave de la economía. El entrenamiento de la Universidad me sirvió para entender un poco el mundo de la economía y saber que es una acción humana y como tal debe estar al servicio del hombre, como bien dice la doctrina social de la Iglesia.
-¿En qué emplea el tiempo de ocio?
-Tengo poco. Me gusta leer y siempre intento tener alguna novela abierta. Leo también cosas de Teología. Y cuando tengo más tiempo me gusta mucho pasear por el campo o la montaña. El senderismo me relaja mucho. También escucho música clásica.
-¿Le gusta el fútbol?
-Me gusta. Llegué a jugarlo mucho, pero después lo dejé por dolores en la espalda. Pero es una pasión de niño y como tal me hace sufrir, así que prefiero no verlo. Ya hay muchas cosas en la vida que te mueven el corazón como para sufrir también por otras que no son fundamentales.
-Deduzco que sigue a un equipo y sufre por él.
-Soy del Real Madrid. Es algo familar. Todos en mi familia somos del Real Madrid. Pero cuando estaba en Madrid siempre les decía a los niños que me gustaba que ganaran todos los equipos de Madrid, incluido el Atlético. Y aquí sigo a la Segoviana, me preocupo de ver cómo va, esa lucha que mantiene por salvar la categoría. Espero poder subir algún día al estadio.
-¿Se siente segoviano?
-Sí. Me siento segoviano y muy integrado en la sociedad segoviana.
-¿Qué mensaje puede transmitir a los segovianos católicos y no católicos?
-Que caminemos todos juntos porque al final todos estamos en un mismo espacio y tenemos y queremos convivir. Y que reconozcan a la Iglesia como portadora de una buena noticia. Debemos establecer espacios de diálogo social en los que podamos encontrarnos y hablar sin miedo, sin dificultad.
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