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El último paseo en bici de Pascual, el «ángel de la guarda» de MontemayorFue durante mucho tiempo, más de dos décadas, el rostro más conocido y popular de Montemayor de Pililla. Rara era la vez que uno se cruzaba con Pascual del Olmo Gómez y no iba «repartiendo alegría» por las calles del municipio a bordo de su mítica bicicleta. Instaló en el vehículo de dos ruedas un equipo de música y cada día, mañana y tarde, recorría cada rincón para poner a sus vecinos «sus canciones preferidas» a todo volumen. No fallaba ni uno. «Iba siempre en bicicleta, dando piruletas y con música por las calles; se dedicaba la vida a alegrar la de los demás con sus canciones y su buen hacer, ha sido una especie de ángel de la guarda para nuestro pueblo», dice el alcalde, Noel Serna.
Porque si hubo algo que logró -y vaya si lo hizo- este ilustre vecino, que falleció la pasada semana a los 97 años, fue ganarse un hueco en el corazón de todos y cada uno de los residentes en la localidad vallisoletana. Lograba dibujar a cualquiera, mayores y pequeños, una sonrisa. Cada año, cuando el Ayuntamiento repartía el programa de fiestas (llegó a ser pregonero de las Fiestas Mayores en honor a la Exaltación de la Santa Cruz), se lo llevaba a los usuarios de la residencia de mayores. También les visitaba de manera habitual e incluso prestaba su ayuda a quienes pasaban por dificultades económicas. Siempre sobre su bicicleta. No se cansaba de pedalear.
«Era una persona muy alegre, con muchas ganas de vivir, siempre estaba cantando o ayudando a la gente. Visitaba a toda la gente que estaba enferma y a las personas mayores, echaba una mano a la gente que andaba económicamente mal...», recuerda su amigo íntimo Susi Gutiérrez, del restaurante La Martina, quien se muestra visiblemente abatido por la muerte de un «ser humano excepcional».
Llegó Pascual del Olmo Gómez, padre de nueve hijos, a Montemayor a principios de siglo, procedente de Barcelona. Allí trabajó como panadero y en un restaurante familiar. Siempre le «tiró» el campo y la cercanía y calidad de vida propia del medio rural. «Aquí ya vino jubilado, siempre le había tirado el pueblo, pero había sido un currante nato», rememora Gutiérrez.
Tal es la huella que ha dejado que, tras conocer su fallecimiento, varios niños del pueblo han colocado dibujos y dedicatorias en la puerta de su casa. «Siempre te tendremos en nuestros corazones», «Pascual, te queremos. Nunca te olvidaremos» o «gracias por tus piruletas y por tu amor, todos te queremos», son solo algunos de los mensajes -en torno a la decena- que estos días recuerdan a Pascual del Olmo.
Montemayor de Pililla despidió a su vecino más querido como él quería: con jotas, pasodobles y una limonada. «Fue muy bonito, él era todo alegría y quería que así le recordáramos», sentencia Susi Gutiérrez.
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