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De la estética de las letras se vale Laura Asensio (Valladolid, 1982) para comunicar y generar identidad en negocios, fundaciones o colectivos. La afición juvenil ... por las portadas de discos musicales y observar los rótulos de comercios en sus caminatas por su ciudad cuajó con el tiempo en la elaboración de diseños propios, fruto no pocas veces del juego con la tipografía, del manejo de letras con estilo gótico, en itálica, helvética... Aquello fraguó en oficio de creación publicitaria y diseño orientado a proporcionar identidad.
Ese hacer le mueve a Laura Asensio a poner su intuición al servicio de la imagen corporativa, la comunicación y el diseño editorial, preferentemente «con un enfoque social» que encuentra su lugar en entidades como Asamblea Cooperación por la Paz, Global Nature o la Asociación por los Derechos Sexuales y Reproductivos Dialogasex. «Me interesa trabajar –enfatiza– para entidades que ponen el foco en mejorar la vida cotidiana de las personas, en la calidad medioambiental o en un producto artesano».
Una de esas causas gráficas es 'Valladolid con carácter', basada en la recopilación de rótulos emblemáticos e históricos de la ciudad. Tanto los que resisten tiempos y modas como los que han desaparecido víctima de ellas. Esa inquietud desembocó en una exposición en el Museo Patio Herreriano y en un libro con la colaboración de Miriam Chacón, Carlos de Miguel e Ignacio Gil. «Generamos un archivo con un millar de rótulos», recuerda Asensio lamentando que la pérdida de esta cartelería tradicional hace que las ciudades sean menos reconocibles para sus habitantes y más iguales entre sí a ojos del visitante. «Hasta 1984 los rótulos se hacían a mano, los diseñaba una persona a medida para un espacio concreto, de modo que era muy difícil ver carteles similares en otras ciudades; pero a partir de esa fecha se populariza el ordenador, los dispositivos de impresión y todo acabó estandarizándose».
Un fenómeno que, a su parecer, tiene que ver, entre otras causas, con la precarización con la que echan a andar muchos negocios. «Es fácil que un conocido con maña y determinados programas de ordenador te haga el rótulo, o incluso la propia emprendedora lo acometa». Al final, se duele, la originalidad escasea, imponiéndose la uniformidad al encanto de letras con remates o serifas, a las geometrías vanguardistas, al estilo psicodélico de los 70, o los más fantasiosos y experimentales. «Me gusta hacer letras a medida y manuscritas, amoldándome al cliente, a lo que necesita contar».
Inscribe dentro de ese patrimonio tipográfico a proteger el neón del restaurante Bus Stop de la estación de autobuses –«lo podemos ver solo en Valladolid»– frente a rótulos estereotipados de cualquier McDonald o franquicias que uniforman ciudades. Una tendencia, deplora, «en la que todo vale, incluso aberraciones que los diseñadores criticamos». Sus conocimientos y hallazgos sobre caligrafía e identidad los comparte con sus alumnos en el Centro de Artesanía de Castilla yLeón.
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