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Fue una de las salas de fiestas más emblemáticas del Valladolid de los años sesenta, setenta y ochenta. Inaugurada el 25 de febrero de 1957, ... este «lugar de perdición», como lo describían algunos de los cronistas de la época, era conocido en la ciudad como el Moulin Rouge del Pigalle vallisoletano. Ahí es nada. Si el cabaré parisino fue fundado por el español Josep Oller Roca, uno de los principales personajes del París de la Belle Époque; el Alaska fue puesto en marcha por una mujer: Natividad Pugés Miernau, casada con Juan Arenillas Castañeda. Natividad tenía 40 años cuando el Alaska abrió por primera vez sus puertas en el edificio de ladrillo rojo de la plaza Cantarranillas, llamada así porque «por dicho lugar pasaba descubierto el Esgueva y su cauce se poblaba de ranas y sapos en número muchísimo mayor al de otros lugares por los que discurría» (el río).
Este edificio del llamado barrio 'pesquero' vallisoletano fue restaurado en los primeros años del 2000. Natividad Pugés traspasó el Alaska en 1962 y fue Víctor Aureo Pardos quien le dio el relevo en esta actividad vigilada por el entonces Reglamento de actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas, al que su propietario capeó en 1967 argumentando que la sala de fiestas lindaba con «depósitos y almacenes». Encima tenía un almacén de productos de limpieza y, a su lado, cocheras y otros almacenes. Amancio Sabugo Abril describía esta plaza en sus artículos en El Norte de Castilla como «un barrio pesquero de fachadas variopintas desconchadas, de sábanas y camisas tendidas al sol. Sin barcas. Un lugar al sol y al olvido». Las fotografías que el Archivo Municipal de Valladolid conserva de aquellos años dan fe de ello.
El inmueble de ladrillo rojo que daba cobijo a aquel «lugar de perdición», «del demonio» o «de la carne con lentejuelas», «paraíso abierto para pocos y cerrado para muchos», fue rehabilitado en el año 2000. Consta de dos alturas. «Presenta una fábrica de ladrillo macizo y, en ella, hay doce vanos pareados en la planta superior. Ocho grandes ventanales rematados en arcos de medio punto y cuatro ventanas menores situadas encima de los dos primitivos accesos al inmueble. Cabe destacar la presencia de unos arcos de descarga situados en la parte inferior o semisótano. Se trata de cuatro arcos de medio punto rebajado, fabricados con ladrillo macizo», recoge el informe técnico elaborado antes de la rehabilitación de este edificio, que hoy acoge un inmueble residencial. La entrada al Alaska es hoy el acceso de los coches al garaje del edificio.
Con marcos rojos en puertas y ventanas, el Alaska, «era uno de los pocos lugares de condenación que había por entonces en Valladolid, donde cualquiera podía perderse». La fachada principal de este edificio se mantuvo intacta en la rehabilitación del siglo XXI, protegida en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de la ciudad.
El edificio vecino del «formidable» refugio antiaéreo en el que al parecer tuvo sus oficinas el Servicio de Seguridad Interior y Orden Público.
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